Estamos en una encrucijada. Ya sucedió lo que tantos afirmaron que jamás sucedería. Decían que no éramos Cuba, que allá los preparados se fueron y solamente se quedaron los "pata en el suelo".

También afirmaban que allá las FFAA se moldearon a imagen de Fidel, pero que aquí la institucionalidad se impondría. Sostenían que las escuelas no serían tocadas y que nuestra cultura privaría sobre la voluntad de imponer el comunismo. Todas esas premisas resultaron falsas.

Experimentamos un pavoroso éxodo. Hoy es habitual que el botones del hotel en Miami sea venezolano, que un criollo estacione los autos y limpie los baños en el café de Manhattan y que sea en Colombia donde uno salude a nuestros ingenieros y abogados.

En lo militar, son usuales las quejas de oficiales cuyas carreras se estancaron ante el ascenso de personajes venidos de la isla de Celia Cruz, que hoy toman las decisiones de envergadura en los cuarteles.

Y los colegios tienen asignaturas que obligan a los niños a recitar al caletre elogios al Che, mientras les hacen marchar como soldados en los patios de recreo. Lo peor es que esas realidades no parecen indignar a nadie, somos una sociedad anestesiada que avanza hacia su aniquilación.

Es aquí y ahora que tenemos que reaccionar. La historia será severa con quienes ante tanta evidencia prefirieron voltear para otro lado y escoger caminos imposibles, como uno electoral donde el árbitro se sabe de antemano que juega para el equipo contrario. Es tan sabroso decir que esto se resuelve con votos como imaginar un mundo sin guerras pero también es igual de ilusorio. Llegó la hora de enseriarse y asumir la realidad con valentía. Las salidas alternativas a lo electoral hoy son las más legítimas de todas,