Una de las lumbreras de la trompeta cubana, Yasek Manzano, pisará escenarios de toda la Isla durante un recorrido con el que pretende afianzar su prestigio y adueñarse de la preferencia de un público que se inclina hacia la música bailable.
Considerado uno de los trompetistas más completos de su generación, que bordea los 30 años de edad, Manzano hace culto al jazz, y adolescente comenzó a reproducir la música que escuchaba con su familia mientras descansaban en casa.
Su nombre empezó a asociarse con el genio desde que era estudiante, y enseguida tocó con grandes como la ya fallecida Celia Cruz, la orquesta Los Van Van y el grupo Irakere, con Chucho Valdés como líder, y Bobby Carcassés, como su primer maestro.
Alumno de magníficas escuelas de música, Manzano nació en La Habana, en 1980. A los 15 años comenzó a tocar en La zorra y el Cuervo, templo del jazz en la barriada de El Vedado, y poco después viajó a Nueva York, para estudiar en la prestigiosa escuela Julliard, donde fue alumno de Winton Marsalis, director de la orquesta de jazz del Lincoln Center, la mejor del mundo.
Pero no fue casual que Manzano ganara una beca para la Julliard. En La Habana, a finales de los 90, durante la primera visita de Marsalis a Cuba, compartió escenario con esa estrella estadounidense, quien palpó el talento descomunal del cubano, entonces con 17 años de edad.
Carcassés, quien lo introdujo en el mundo de la improvisación en el jazz, comprendió que Manzano, pese a ser solo un adolescente, tenía suficientes talento y fuerzas para tocar con Marsalis en La Habana. Y se lo presentó.
Luego, en la Gran Manzana, Manzano tocó con otros grandes, como el trompeta Roy Hargrove, con quien compartió más de uno de los muchos clubes de jazz de la cosmopolita urbe.
Regresó a La Habana en el 2003, con toda la energía que necesitaba y alguna extra, y formó su grupo, dispuesto a sacar chispas del agua. Fue así como grabó su primer disco, en colaboración con Roberto
Martínez.
Convencido de que lo más importante en la música es transmitir sentimientos, para hacerla llegar a quienes la escuchan, Manzano cree tanto en esas emociones como en los géneros musicales, que son, asegura, el preámbulo antes de darles forma a los sentimientos.
Como este flamante músico entró en el jazz a los 12 años, recomienda que los niños deben familiarizarse con esa música, porque los ayuda en su mundo de creación e imaginación constantes.
Quizás esa recomendación aflore porque su propia adolescencia fue perfecta en su amor con el jazz, y cree que los demás niños y adolescentes puedan pasar por la misma dicha. Incluso, está dispuesto a conducirlos por los caminos que él transitó de la mano de Carcassés.
Manzano tiene mucha fe en el jazz. Fue el género que lo llevó a los cimientos de la música clásica, en especial a la barroca, en la que ya había improvisación.
Durante una entrevista sobre ese asunto, explicó que el jazz hace regresar a los orígenes, "a tu semilla, conocer un poco más de tus raíces cubanas y crear y sembrar nuevas visiones musicales".
Cuando concluya ese periplo por escenarios de toda Cuba, Yasek Manzano debe de regresar a su casa de La Habana, con una montaña de emociones mezcladas, entre ellas la de querer aún más fundar una cátedra de jazz en