¡Quiero ser tan adictiva como las pipas!
¿Qué tendrán? Es comer una..., y estás perdido... No puedes parar... Cuando la rubia, mi gran amiga, se presenta en casa y me dice “he traído pipas”..., ya tiemblo... porque no vamos a hablar hasta que se terminen las bolsas, aunque tengamos los labios como Celia Cruz y llevemos tres minutos con la boca bajo el grifo de la cocina tratando de saciar la sed, o con latas de cerveza vacías rodando por el suelo como los míticos hierbajos del Oeste cruzando la pantalla..., en este caso el comedor... ¡Qué estampa! Pero, es así, sólo conversamos con los ojos, los guiñamos, levantamos cejas, asentimos, pero ni se nos ocurre parar de comer pipas... Además, se para cuando se acaban, nunca antes, es imposible. De modo que tú mismo con la cantidad que compras... Te conviertes en un esclavo del placer... La velocidad de crucero va en aumento... y acabamos usando las dos manos, cuando una sube la otra baja... Es increíble... Esclavo de una adicción, que tú mismo has decidido ser... Mmm adicción, placer, y esclavitud. ¿Os suena? Hay personas que son altamente adictivas, lo mismo ocurre con los sabores. Yo de repente sin haberlos mirado nunca de cara, estoy viciada a los pepinillos ácidos (me he levantado a verificar en la nevera, que ése es el nombre con el que aparecen en mi bote)... ¡qué cosa...! adicta totalmente. Es diario. No debería contarlo pero hace unas semanas salí a media noche en busca de una tienda de chinos para comprar pepinillos...
En este tipo de cuestiones, más es más y menos es menos. Cuando llevamos días comiendo poquito afirmamos: “es que se me ha cerrado el estómago”. Pero por el contrario más es más, si no pensar lo que hacemos en Navidad por ejemplo. Es injusto hacer trabajar al estómago y demás órganos de esa manera, sin descanso, y mal pagado, porque no es que comamos verduras hervidas precisamente...
Hablando con mi amiga la rubia, bueno hablando, guiñándonos los ojos, al terminar las pipas me tradujo: ¡es como el sexo, cuanto más tengas más quieres! y de allí surgió el paralelismo entre las pipas y el sexo, y la esclavitud voluntaria a un placer adictivo...
Ya que hablo de este tipo de placeres, quisiera hacer un inciso si me lo permitís, hay precauciones “físicas” para las relaciones sexuales... Vale, ¿y para las emocionales? ¿qué pasa con ese vacío legal? Estamos totalmente expuestos, y la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. Aunque conozca a mucha gente que lleven puesto las 24h del día un condón emocional no me explico cómo se lo ponen... Cuando comes diferentes platos, también utilizas los utensilios necesarios y apropiados para ello, tanto para facilitar, como para no marcharte, ¿verdad?... Ea, pues recordad que con el sexo no hay utensilios emocionales. Donde sí hay cubiertos (¡hombre claro Lourdes!) es en el Thai Garden (Madrid). Y a pesar de que su cocina me gusta mucho, y el ambiente es muy agradable, no me acabo de llevar bien con los cubiertos... Se me escurren, no hay manera. Son muy finos y redondos y ¡no sé cogerlos! ¿Seré la única? Menos mal que cuando ya llego al postre tras una relación íntima con el curry y mi más embelesado paladar, al degustar el “khao niao mango” es cuando me alzo y mirando al tendido añado: “¿De qué incomodidad me estáis hablando?” Os lo recomiendo encarecidamente. Sencillo. Es mango, en su mayor esplendor y punto, no antes ni un poco después no, en su plenitud, acompañado de arroz dulce. Sencillo.
Y para dulce, una señora que tenía hace un par de días almorzando a mi vera en una comida improvisada. La situación era la siguiente: una amiga suya que también comía con nosotros le dijo muy animada, ¡vayámonos de viaje a la playa unos días para que se nos haga más corta la espera del verano! Y ella toda linda, sin levantar la mirada del plato (cocido madrileño) le contestó: “No, que yo tengo ahora el cuerpo de invierno”.
Mi consejo de este mes, sin ánimo de aconsejar sino de compartir, es que nos conviene mantenernos interiormente limpios y brillantes, pues somos, irremediablemente, la ventana por la que vemos el mundo...
¿Qué tendrán? Es comer una..., y estás perdido... No puedes parar... Cuando la rubia, mi gran amiga, se presenta en casa y me dice “he traído pipas”..., ya tiemblo... porque no vamos a hablar hasta que se terminen las bolsas, aunque tengamos los labios como Celia Cruz y llevemos tres minutos con la boca bajo el grifo de la cocina tratando de saciar la sed, o con latas de cerveza vacías rodando por el suelo como los míticos hierbajos del Oeste cruzando la pantalla..., en este caso el comedor... ¡Qué estampa! Pero, es así, sólo conversamos con los ojos, los guiñamos, levantamos cejas, asentimos, pero ni se nos ocurre parar de comer pipas... Además, se para cuando se acaban, nunca antes, es imposible. De modo que tú mismo con la cantidad que compras... Te conviertes en un esclavo del placer... La velocidad de crucero va en aumento... y acabamos usando las dos manos, cuando una sube la otra baja... Es increíble... Esclavo de una adicción, que tú mismo has decidido ser... Mmm adicción, placer, y esclavitud. ¿Os suena? Hay personas que son altamente adictivas, lo mismo ocurre con los sabores. Yo de repente sin haberlos mirado nunca de cara, estoy viciada a los pepinillos ácidos (me he levantado a verificar en la nevera, que ése es el nombre con el que aparecen en mi bote)... ¡qué cosa...! adicta totalmente. Es diario. No debería contarlo pero hace unas semanas salí a media noche en busca de una tienda de chinos para comprar pepinillos...
En este tipo de cuestiones, más es más y menos es menos. Cuando llevamos días comiendo poquito afirmamos: “es que se me ha cerrado el estómago”. Pero por el contrario más es más, si no pensar lo que hacemos en Navidad por ejemplo. Es injusto hacer trabajar al estómago y demás órganos de esa manera, sin descanso, y mal pagado, porque no es que comamos verduras hervidas precisamente...
Hablando con mi amiga la rubia, bueno hablando, guiñándonos los ojos, al terminar las pipas me tradujo: ¡es como el sexo, cuanto más tengas más quieres! y de allí surgió el paralelismo entre las pipas y el sexo, y la esclavitud voluntaria a un placer adictivo...
Ya que hablo de este tipo de placeres, quisiera hacer un inciso si me lo permitís, hay precauciones “físicas” para las relaciones sexuales... Vale, ¿y para las emocionales? ¿qué pasa con ese vacío legal? Estamos totalmente expuestos, y la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. Aunque conozca a mucha gente que lleven puesto las 24h del día un condón emocional no me explico cómo se lo ponen... Cuando comes diferentes platos, también utilizas los utensilios necesarios y apropiados para ello, tanto para facilitar, como para no marcharte, ¿verdad?... Ea, pues recordad que con el sexo no hay utensilios emocionales. Donde sí hay cubiertos (¡hombre claro Lourdes!) es en el Thai Garden (Madrid). Y a pesar de que su cocina me gusta mucho, y el ambiente es muy agradable, no me acabo de llevar bien con los cubiertos... Se me escurren, no hay manera. Son muy finos y redondos y ¡no sé cogerlos! ¿Seré la única? Menos mal que cuando ya llego al postre tras una relación íntima con el curry y mi más embelesado paladar, al degustar el “khao niao mango” es cuando me alzo y mirando al tendido añado: “¿De qué incomodidad me estáis hablando?” Os lo recomiendo encarecidamente. Sencillo. Es mango, en su mayor esplendor y punto, no antes ni un poco después no, en su plenitud, acompañado de arroz dulce. Sencillo.
Y para dulce, una señora que tenía hace un par de días almorzando a mi vera en una comida improvisada. La situación era la siguiente: una amiga suya que también comía con nosotros le dijo muy animada, ¡vayámonos de viaje a la playa unos días para que se nos haga más corta la espera del verano! Y ella toda linda, sin levantar la mirada del plato (cocido madrileño) le contestó: “No, que yo tengo ahora el cuerpo de invierno”.
Mi consejo de este mes, sin ánimo de aconsejar sino de compartir, es que nos conviene mantenernos interiormente limpios y brillantes, pues somos, irremediablemente, la ventana por la que vemos el mundo...
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