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Por fin, dirán muchos. Qué pena, dirán otros. Esté usted, querido lector, en un grupo o en el otro, el caso es que hoy se acaba la Navidad y comienza, de verdad, el año. Claro que para muchos, entre ellos el que suscribe, todavía queda un día de Reyes dedicado al montaje de juguetes que más bien parecen diseñados para su ensamblaje por alumnos aventajados del MIT.

Vaya por delante que no soy de esos nuevos iconoclastas que desprecian la Navidad a extremos tales que hasta les molestan los villancicos en la calle. Al contrario, me gusta pasear por nuestra ciudad disfrutando de los villancicos en la Plaza Mayor y del alumbrado navideño que adorna las calles.

Sólo hay un aspecto de la Navidad que me encocora, si me permiten la expresión edulcorada, y es el buenismo que nos invade a todos, incluso a aquellos que el resto del año son unos capullos integrales y, de repente, te felicitan con una sonrisa que pone de manifiesto dos cosas: la primera, los fenomenales odontólogos que tenemos en esta ciudad; la segunda, el alto número de hipócritas que nos rodea. Con tanto azúcar el año próximo más que villancicos será más adecuado poner las obras completas de Celia Cruz, será, de verdad, dulce Navidad.

Y si al buenismo le unimos las nuevas tecnologías la cosa llega al éxtasis, correos electrónicos con presentaciones surrealistas y en los móviles mensajes de texto que son, la mayoría, el colmo de la cursilería. Y lo peor, poco originales. Sinceramente, prefiero
que me feliciten las fiestas con un ¡Feliz Navidad! que con una frase hueca bajada de alguna página de internet que carece de sentido hasta para el autor. Por cierto, no me resisto a comentar que una de las felicitaciones más bonitas que he tenido ocasión de leer es la escrita por Marta Rivera para la empresa Nupel. Maravillosa, es de esos textos que uno tiene la tentación de copiar sin citar la autoría. Tentación que he evitado, aclaro.

Pero como todo tiene un final, bueno, en Lugo hay cosas que ni siquiera tienen principio, a partir de mañana habrá que volver al tajo de verdad (en mi caso si consigo terminar de montar una grúa de Playmobil), luego de estos días a medio gas. En fin, Feliz 2009 para todos y ojalá que éste sea de verdad el año del Auditorio, del puente, del PXOM y un largo etcétera, y nosotros que lo veamos. Yo, por si acaso, seguiré sin desprenderme de mi colección de trenes Märklin en escala HO en la que, por cierto, tampoco hay AVE. Espero que no sea un presagio.
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