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Para los salsómanos la partida del Álvaro José Arroyo es comparable a la de Celia Cruz. Algunos sostienen que Joe era la versión masculina de la Guarachera de Cuba; tanto por su versatilidad como por su poderosa voz. El cartagenero fue también un compositor impresionante. En el mismo sentido, ambos se inclinaban a interpretar canciones con contenido. Según Joe, la canción que le dio renombre mundial fue la famosa Rebelión; que cuenta la historia vivida (año 1600, Cartagena) por un matrimonio africano, esclavos de un español. Este último, a la negra le pegó y el negro guapo se rebeló. Y aún retumba su clamor: No le pegue a mi negra. Celia, por su parte, en Que le den candela lanza una graciosa diatriba contra los hombres que maltratan a las mujeres. Una epidemia en la Colombia de hoy, todos los días leemos en la prensa sobre mujeres torturadas o asesinadas por sus compañeros. Para este hombre Celia pide: Que le den candela. Que le den castigo. Que lo cuelguen de una cometa y que luego corten el hilo.

Si bien ambos tuvieron coincidencias en su vida profesional, su vida personal fue muy diferente. Celia vivió cerca de 80 años (hace poco se cumplieron ocho años de su muerte), con un matrimonio estable con Pedro Knight, su compañero de una vida sin vicios. A diferencia del Joe, fallecido a los 56 años después de una travesía tormentosa y una salud minada por las enfermedades y los excesos; sobre todo de las drogas duras. Tal vez por ello, mientras la vida de Celia se apagó tranquilamente y rodeada de sus familiares, Joe tuvo una muerte difícil, en medio de graves padecimientos físicos y escándalos salpicados por terribles acusaciones entre familiares y allegados.

Celia y Joe viajaron al cielo de los buenos cantantes y compositores; donde seguramente comparten una tarima celestial con otros grandes de la música afroamericana que los precedieron. Bajo la batuta de Mi Dios, el bendito papa, como le decía Joe. Vivimos en un mundo todavía poblado por algunas personas intoxicadas de prejuicios, intolerancia y hostilidad. Para ellos, para aquellos que solo critican, para aquellos que usan las armas, para aquellos que nos contaminan. A ellos Celia dedica la canción: la vida es un carnaval; en la que las penas se van cantando.
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