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LOS GESTORES y mensajeros políticos, sobre todo los comprometidos en gobiernos, intentan vender un periodo no dilatado de tiempo para la vuelta a la "normalidad" económica. Tres meses, seis meses, un año, para el año 2010, en el segundo semestre empezará la recuperación, saldremos en X tiempo del pozo, el número de parados empezará a mermar a partir de tal o cual fecha... Que si mañana, que si pasado. ¡Ya falta poco! nos decíamos en una media maratón cuando llevábamos cinco kilómetros corriendo. Ánimo, campeón.

Total, la memoria es muy frágil y nadie les va a reclamar la más mínima exactitud en sus previsiones o cálculos más o menos eruditos de futuro. De hecho, ya se ha visto que todo lo que sea hacer de voluntariosos vendedores de humo tiene su público. ¿Se acuerdan del libro blanco de Zapatero? Pelillos a la mar y lo que se anunció equivocadamente hace un par de meses (los sondeos electoralistas mantienen la ventaja del PSOE) fue por "falta de ignorancia" y buena fe.

Ahora bien, tendremos que ponernos serios alguna vez y dejar a un lado los gritos de las "cherleader" -campamento de animadoras, en inglés-.

Vamos a ver, lo señalan ya una parte importante de los economistas del mundo: esta crisis no es un estornudo, ni un espasmo pasajero, ni responde a los conceptos cíclicos positivos o negativos, de crecimiento o estancamiento que han sucedido a lo largo de las décadas pasadas. No es un patrón conocido con ajuste terapéutico. No es para podar las ramas podridas, ni para sanar los tejidos contaminados. No es predecible y nadie medianamente consciente es capaz de ofrecer secuencias y tiempos a corto plazo. No es un vaivén y no tiene fecha de caducidad.

Según los análisis de los citados estudiosos, estamos asistiendo al final de un modelo que ha pinchado y al principio de otro más consecuente con la realidad global que ya nos envolvía. No es que hayamos entrado ocasionalmente en una fase pasajera de terreno desértico, sino que el terreno desértico es el nuevo hábitat o entorno en el que hay que vivir. Y no pasa nada, hay que adaptarse y nos adaptaremos, como siempre hemos hecho, pero no vendan más la moto, por favor. Cambiar los caballos por camellos y guardar agua en la cantimplora. El consumo proveniente de la decisión de miles de millones de personas es el factor que ha roto el escalón y es la magnitud necesitada de amparo.

Un ejemplo del cambio: en crisis anteriores los empresarios luchaban contra el mundo si hacía falta, defendiendo a sus empresas. Ahora mismo, y a partir de ahora más, si la empresa no anda se empaqueta en formato de concursal y se le pone sello de urgencia. Un ere o un expediente, y si no, al fondo de garantía.

Existe una grieta demasiado enorme entre el poder y fuerza del capital (poder de producción, poder de comercialización, poder de manipulación, poder de especulación...) y los ingresos de las capas bajas y medias de la sociedad. "No hay cama pa'tanta gente", como pregonaba la inmortal doña Celia Cruz. O bien suben los ingresos medios de la población, en general, o bien bajan los consumos necesarios para que el sistema se mantenga y flote. Hemos llegado a un punto en que lo uno o lo otro. Por lo tanto, no corresponde seguir insuflando euros a las cúpulas de gran calado, porque el problema es que están diseñadas para alimentarse de millones de decisiones individuales que por un lado han llegado al límite y por otro no están dispuestas a seguir en la vorágine.

¡Of course! que llegarán tiempos mejores y por supuesto que conseguiremos amortiguar el espasmo actual, pero primero: no se conoce bien la envergadura de la enfermedad; segundo: no se sabe si el tratamiento aplicado es el correcto; tercero: no tenemos ni pajolera idea de sus desarrollos y caminos. Pero, sobre todo, mencionar plazos contundentes de recuperación es una locura.
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