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El pasado 21 de octubre, la incomparable Celia Cruz habría cumplido 83 años. A pesar de no estar entre nosotros desde ya hace años, la Guarachera de Cuba, sigue viva --más allá de los escándalos en que se vio envuelto su nombre y el de su esposo, Pedro Knight, y del juicio al albacea económico del viudo de la cantante-- gracias a su inmenso legado artístico, a las canciones y videos que siguen disfrutándose en su voz y a la representación de una obra teatral sobre su vida. También gracias a la labor que realiza Omer Pardillo al frente de la fundación que lleva el nombre de la Reina de la Salsa.
En España, país donde no le fue fácil darse a conocer y triunfar, Celia ha quedado como ícono del sabor de los latinos en general y de los cubanos en particular, como imagen de una estrella forjada con trabajo, constancia y dignidad, sobre una base de talento musical y escénico. Prueba de ello es la entusiasta acogida brindada al espectáculo Tributo a una reina, que se estrenó esta semana en
Valencia.
El cantante y bailarín Ariel Cumbá, quien sumara a su trabajo en el cabaret Tropicana de La Habana y a sus estudios en el Conservatorio de Guanabacoa, éxitos como drag queen cantando con su voz repertorios tan difíciles y variados como el de Barbra Streisand, Nacha Guevara, Elena Burke y La Lupe en escenarios de Nueva York, Las Vegas y Miami, ha concebido este homenaje, donde interpreta 10 de los éxitos más conocidos de Celia.
''Ella encierra mucho de la grandeza de nuestra cultura. Es símbolo de la gracia, el sabor y también la calidad humana de nuestro pueblo'', me decía Ariel antes de subir a escena acompañado de 10 bailarines del grupo Areíto, formado por bailarines españoles de diferentes géneros --desde el flamenco a la danza moderna--, con coreografía de
Beatriz Roble y la participación como invitado del cantante Andrés ''Meteoro'' Martínez, quien trabajara en las agrupaciones de Issac Delgado y de Manolín ``El Médico de la Salsa'', entre otras orquestas cubanas.
''Tuve la suerte y el honor de conocer personalmente a Celia, quien era amiga de mis padres. Era increíble y maravillosa. Nunca había cantado sus éxitos y quise hacerle este tributo con todo respeto y admiración'', comenta Ariel, quien no busca hacer una imitación, ni mucho menos una caricatura: ``Copiarla sería imposible y no entra dentro de mi estilo de trabajo. Yo canto sus éxitos con arreglos nuevos en muchos casos y me inspiro en su imagen escénica, pero sin pretender imitarla. Lo hago desde mi personalidad artística y con
humildad''.
El espectáculo comenzará una gira por toda la península y Ariel no descarta cruzar el Atlántico para presentarse en Miami y Nueva York. ``Me será muy grato volver a ver a tantos amigos que tengo del otro lado del charco. Dios dirá''.
UN FESTIVAL DE PRESTIGIO
Ya está a toda marcha el Festival de Otoño, un evento que reúne cada año a los más importantes creadores escénicos del mundo. A pesar de los augurios de crisis económica que no han mermado de momento ni la concurrencia al teatro ni el culto al ocio y a la gastronomía, tan propios de Madrid, esta edición cuenta con muchas estrellas del teatro internacional. Entre ellos sobresalen el ruso Piotr Fomenko, una autoridad de la docencia y la dirección teatral
europeas, y el canadiense Robert Lepage, considerado el Picasso del teatro por su constante renovación estética.
Irina Brook, hija del afamado Peter Brook, está presentando su visión novedosa de El sueño de una noche de verano, de Shakespeare, obra que viera en una puesta antológica dirigida por su padre cuando ella cumplía los siete años. Por supuesto, la propuesta que traerá su padre será otro de los platos fuertes que podremos apreciar en Madrid y de las que les comentaré al final del festival que durará unas semanas más.
TERRORISMO EN EL TEATRO
Entre las ofertas más interesantes, fuera del Festival de Otoño, sobresale la puesta en escena de la transgresora compañía La Fura dels Baus. Esta vez, Boris Godunov, de Aleksandr Pushkin, un drama sobre el poder, la corrupción y las ambiciones de un impostor que se hace pasar por heredero al trono de Rusia, sirven de base a una recreación escénica del secuestro del teatro Dubrovka, en Moscú, por terroristas chechenos, en octubre del 2002.
El horror que vivieron las víctimas, en su mayoría niños, y la controversia provocada por la violenta irrupción de las fuerzas especiales rusas, causando la muerte de los 50 asaltantes y de un centenar de rehenes, entre unas 700 personas hospitalizadas por respirar los gases tóxicos que usaron los agentes, sirven de base a este hecho teatral del director
Alex Ollé.
El público del María Guerrero se convierte en rehén y asiste a las tensas reuniones de los negociadores en el conflicto. Un espectáculo que descontextualiza los hechos, situándolos en cualquier lugar y por cualquier sinrazón. Lamentablemente, aunque es loable que se use el teatro como medio incitador de la conciencia, la puesta no logra envolver a los espectadores para alcanzar la catarsis